Lunes,
9 de junio de 1980
A partir de esta noche pasada podía
comenzar a dormir tranquilo, pero... como prometieron, los espíritus se
presentaron.
Parecerá extraño, pero a los incrédulos
les diré que así fue. La mesa en la que solíamos jugar, y en la cual comíamos
en otros tiempos, se había corrido de su lugar habitual como medio metro y en
una posición que no cabía duda de su movimiento; y no creo que así de buenas a
primeras hubiera intervención humana para hacérmelo creer. Las propias
brigadistas estaban tan extrañadas y sorprendidas como yo mismo. Las sillas que
rodeaban a la mesa también se habían corrido de su sitio; y aunque yo no lo oí,
las brigadistas me afirmaban que los cristales de los ventanales de la hacienda
emitieron durante la noche un ruido similar al del ruido del vaso cuando lo
rompí.
Lo que en la noche pude comprobar por mí
mismo, es que cuando sobre las dos y media me levanté a orinar, el gato, que
estaba en el radio de acción de la mesa del comedor, llamando radio de acción a
un radio de tres metros desde el centro de la mesa, estaba maullando; se calmó
cuando aprovechando que estaba en el servicio se metió en nuestras
habitaciones, y supongo que se volvería a asustar cuando lo saqué.
Ya son cien días los que llevamos de
estancia en Nicaragua; y en experiencias y novedades no estamos faltos como
puede deducirse de la lectura del diario de estos cien días.
Terminamos esta mañana de rellenar un
cuestionario informe con destino a los coordinadores de la misión española.
Paco estuvo dirigiendo el sociodrama que habían de representar ante los
campesinos.
Esta mañana comenzaron las clases de la
retaguardia con la población infantil de Santa Celia. Socorro ha sido la
brigadista encargada de los niños para iniciarles en las primeras letras.
Yo ya me siento más tranquilo respecto a
la tabla ouija, aunque a veces siento remordimientos de conciencia. Estoy
preocupado por la salud de Julia.
Para intentar olvidarme de la tabla ouija
me dediqué a estudiar las programaciones para estar ocupado en cosas más
positivas y más acordes con nuestra misión en esta tierra.
Después de comer, llegó Santos Chavarría,
responsable zonal de la
Juventud Sandinista. Las brigadistas se fueron a sus puestos
de combate; yo me pesé y la báscula arrojó tan solo ciento veintidós libras,
llevando perdidas veintinueve en esta insólita Nicaragua en tan solo cien días;
menos mal que ahora me estoy alimentando con potitos de alimentos infantiles, y
espero recuperarme en los tres meses que faltan al menos la mitad de lo
perdido.
Escribí otro artículo de “Vivencias
nicas”; que tiene un lado más alegre y jocoso, aunque a costa de la desgracia
ajena, sobre un chiste relacionado con Tomás Borge.
Supervisé también a mis brigadistas.
Cuando regresaron las de Santa Marta, fueron poco después todas a una reunión
de la ATC. Como
estuviera lloviendo, Paco y yo no salimos; pues como prevemos que también
tratarán temas políticos de los cuales nos tienen prohibido opinar tanto las
autoridades españolas como las nicaragüenses, buena gana teníamos de mojarnos.
Cuando alguna vez asistíamos lo hacíamos más bien por cortesía y deferencia
hacia el campesinado y por afán de facilitar las relaciones con el mismo al
integrarnos más plenamente en su vida y su ambiente. Durante dicha reunión
estuve leyendo el Génesis en la
Biblia , y extrayendo un índice onomástico de los nombres que
en la Biblia
vienen.
Muchas gracias por compartir tus vivencias como brigadista en Nicaragua. Abrazos desde la costa caribe nicaragüense.
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