lunes, 15 de octubre de 2012

DIARIO DE UN BRIGADISTA: CIEN DIAS EN NICARAGUA





Lunes, 9 de junio de 1980

A partir de esta noche pasada podía comenzar a dormir tranquilo, pero... como prometieron, los espíritus se presentaron.
Parecerá extraño, pero a los incrédulos les diré que así fue. La mesa en la que solíamos jugar, y en la cual comíamos en otros tiempos, se había corrido de su lugar habitual como medio metro y en una posición que no cabía duda de su movimiento; y no creo que así de buenas a primeras hubiera intervención humana para hacérmelo creer. Las propias brigadistas estaban tan extrañadas y sorprendidas como yo mismo. Las sillas que rodeaban a la mesa también se habían corrido de su sitio; y aunque yo no lo oí, las brigadistas me afirmaban que los cristales de los ventanales de la hacienda emitieron durante la noche un ruido similar al del ruido del vaso cuando lo rompí.
Lo que en la noche pude comprobar por mí mismo, es que cuando sobre las dos y media me levanté a orinar, el gato, que estaba en el radio de acción de la mesa del comedor, llamando radio de acción a un radio de tres metros desde el centro de la mesa, estaba maullando; se calmó cuando aprovechando que estaba en el servicio se metió en nuestras habitaciones, y supongo que se volvería a asustar cuando lo saqué.
Ya son cien días los que llevamos de estancia en Nicaragua; y en experiencias y novedades no estamos faltos como puede deducirse de la lectura del diario de estos cien días.
Terminamos esta mañana de rellenar un cuestionario informe con destino a los coordinadores de la misión española. Paco estuvo dirigiendo el sociodrama que habían de representar ante los campesinos.
Esta mañana comenzaron las clases de la retaguardia con la población infantil de Santa Celia. Socorro ha sido la brigadista encargada de los niños para iniciarles en las primeras letras.
Yo ya me siento más tranquilo respecto a la tabla ouija, aunque a veces siento remordimientos de conciencia. Estoy preocupado por la salud de Julia.
Para intentar olvidarme de la tabla ouija me dediqué a estudiar las programaciones para estar ocupado en cosas más positivas y más acordes con nuestra misión en esta tierra.
Después de comer, llegó Santos Chavarría, responsable zonal de la Juventud Sandinista. Las brigadistas se fueron a sus puestos de combate; yo me pesé y la báscula arrojó tan solo ciento veintidós libras, llevando perdidas veintinueve en esta insólita Nicaragua en tan solo cien días; menos mal que ahora me estoy alimentando con potitos de alimentos infantiles, y espero recuperarme en los tres meses que faltan al menos la mitad de lo perdido.
Escribí otro artículo de “Vivencias nicas”; que tiene un lado más alegre y jocoso, aunque a costa de la desgracia ajena, sobre un chiste relacionado con Tomás Borge.
Supervisé también a mis brigadistas. Cuando regresaron las de Santa Marta, fueron poco después todas a una reunión de la ATC. Como estuviera lloviendo, Paco y yo no salimos; pues como prevemos que también tratarán temas políticos de los cuales nos tienen prohibido opinar tanto las autoridades españolas como las nicaragüenses, buena gana teníamos de mojarnos. Cuando alguna vez asistíamos lo hacíamos más bien por cortesía y deferencia hacia el campesinado y por afán de facilitar las relaciones con el mismo al integrarnos más plenamente en su vida y su ambiente. Durante dicha reunión estuve leyendo el Génesis en la Biblia, y extrayendo un índice onomástico de los nombres que en la Biblia vienen.

1 comentario:

  1. Muchas gracias por compartir tus vivencias como brigadista en Nicaragua. Abrazos desde la costa caribe nicaragüense.

    ResponderEliminar